lunes, 26 de marzo de 2012

El Valor de la conversación

Para crear y mantener una familia unida y feliz, es indispensable que haya una excelente comunicación entre padres e hijos y entre hermanos. 

De aquí la importancia de crear el hábito de la tertulia familiar, es decir, un período del día en el que toda la familia se reúne para conversar, del modo más natural, acerca de las cosas que a cada uno le interesa.

Estas tertulias son de gran ayuda para que los padres conozcan el mundo de sus hijos, ese mundo lleno de ilusiones, de ingenuidades, de alegrías y de interrogantes, que unas veces exponen con palabras, pero otras han de adivinarse en sus ojos. Es también una herramienta ideal para la formación de los hijos dando criterio cristiano sobre las menudencias de cada día.

Conviene también que los padres abran su corazón a los hijos, les cuenten aquellas cosas que deben saber de la familia. 

Lo ideal es lograr que la familia espere esa hora del día para compartir alegrías, ilusiones, ideas, expectativas y por que no, problemas y tristezas. Pero, ¿ cómo hacer que la tertulia sea un éxito y no una charla forzada? He aquí algunas ideas que le podrán ayudar:

  • Escoja el lugar de la casa donde la familia se siente más a gusto
  • Buenos momentos para la tertulia pueden ser antes o después de la comida, cuando ya no haya tareas para hacer y la familia se encuentre más relajada.
  • Es importante que todos los miembros de la familia sientan que tienen la oportunidad de expresar sus ideas o sentimientos, así que como padre de familia no ‘monopolice’ la conversación y dé la misma importancia a lo que dicen los chicos y los más grandes.
  • Una buena forma de empezar la tertulia es haciendo preguntas abiertas y específicas a cada hijo para que ellos puedan hablar de sus experiencias del día. Ello dará paso a otros temas.
  • Si la tertulia es antes de la cena, se puede hacer más atractiva ofreciendo un aperitivo o 'abrebocas’ o una bebida. Si es después, por qué no ofrecer ocasionalmente chocolates o galletas?
¿tu que opinas?

miércoles, 21 de marzo de 2012

Ser Padres

El simple hecho de ser padres muchas veces nos atemoriza por la responsabilidad que implica serlo. La palabra responsabilidad significa la habilidad de responder ante una realidad, y ésta la consideramos demasiado grande y difícil, ya que siempre hemos escuchado que "nadie nos enseñó a ser padres". Esto es una falsa creencia limitante para justificar conductas nuestras o de nuestros hijos que no queremos afrontar. ¡Nuestros mejores maestros hemos sido nosotros mismos! Y no hemos caído en cuenta. A partir de haber vivido una infancia feliz o infeliz, yo sé qué es bueno para un niño, qué siente un niño, la perspectiva de un niño, qué lo puede dañar y cómo me gustaba a mí o me hubiera gustado que me trataran. Así que es a partir de mi vivencia de mi infancia, yo aprendí a ser un buen padre o una buena madre.

Hay un postulado que dice que en toda experiencia hay una enseñanza implícita. Aquí el problema es nuestro libre albedrío ¿cómo quiero pensar en mi infancia? ¿Retomando esta experiencia como una etapa de sufrimiento, incomprensión, carencia de amor, o de enseñanza donde yo aprendía qué es bueno para un niño y qué no lo es? Pero nuestras conductas actuales las justificamos en base a las conductas de nuestros padres, sin asumir nuestra responsabilidad. Obviamente que hay un paquete que vengo cargando y que me conforma actualmente, pero éste no es determinante. Yo tengo la capacidad de corregirlo, y esto es más fácil si lo hago desde mi experiencia como niño. 

La Programación Neurolingüística nos puede facilitar que el ser padre o madre sea más agradable y menos estresante. Todos nosotros hemos sido hijos o hemos tenido a alguien que fungiera como padre o madre, así que esta etapa por muy difícil que haya sido la hemos vivido. Hemos tenido infancia y por lo tanto hemos pensado como niños, hemos actuado como niños y hemos sentido como niños.

Muchas veces este hecho se nos olvida y nos centramos en el pensamiento y la conducta de adulto para tratar de comunicarnos con nuestros hijos siguiendo, muchas veces los patrones de nuestros padres o tutores. Repitiendo, probablemente conductas que en su momento nos pudieron afectar y marcar para siempre. ¿Por qué solamente repetir la experiencia desde el papel de padre o madre? Podemos retomar y acceder a lo que sabemos, pero que muchas veces ignoramos que sabemos, a la experiencia de ser niño. Esto puede ayudarnos a generar soluciones ante el reto de ser padres.

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miércoles, 14 de marzo de 2012

Mi padre fue un anónimo donante de semen


 “No conocía a mi padre, nunca había oído nada sobre él, ni había visto una fotografía suya. Mi madre nunca me habló de él porque no tenía ninguna pista sobre quién era”.

 

Katrina Clark es una de las miles de personas nacidas en EE.UU. por inseminación artificial. Y que, debido a las leyes que garantizan el anonimato al donante de semen, creció hasta los 17 años sin saber quién era su padre. Pero sentía una crisis de identidad y empezó a buscar a su padre biológico. Así lo contaba en un artículo publicado hace algún tiempo en The Washington Post (17-12-2006), cuando tenía 18 años.

Katrina se manifiesta enfadada por el hecho de que las leyes sobre fecundación artificial se elaboraran pensando solo en los deseos de los adultos y sin tener en cuenta los derechos de las personas concebidas de ese modo.

“Me molesta que todo lo relativo a la donación de gametos se centre solo en ‘los padres’, es decir, los adultos que pueden tomar decisiones sobre nuestras vidas. Se simpatiza con la madre por querer tener un hijo. El donante consigue garantía de anonimato, así como exención de cualquier responsabilidad sobre el hijo nacido de su donación. Mientras estos adultos sean felices, la concepción por donación es un éxito, ¿no?”.

No es así de simple, contesta ella misma, para recordar acto seguido que los nacidos de manera artificial también son personas. Por eso lucha para que se reconozca su derecho a saber quiénes son sus padres.

Desde el punto de vista emocional –sigue explicando–, muchas de las personas así nacidas sufren en esta situación. “No pedimos nacer de este modo, con las limitaciones y la confusión que implica. Es hipócrita que tanto padres como médicos supongan que a los ‘productos’ del banco de semen no les interesa conocer sus raíces biológicas, cuando es el vehemente deseo de tener descendentes biológicos lo que hace que los clientes recurran a la inseminación artificial”.

La madre de Katrina tuvo que hacer muchos sacrificios para sacar adelante a su hija. Pero las penurias que pasaron juntas las han unido mucho. “Nunca me he enfadado con ella”, afirma Katrina. “Ella me explicó cuando era sólo una cría que yo nunca había tenido un papá, sino tan sólo un padre biológico”, el desconocido donante de semen. A Katrina, al principio no le importaba no tener un padre. Solo de vez en cuando, reconoce, “cuando era pequeña me gustaba soñar con un hombre alto y delgado que me cogía y me balanceaba dando vueltas en el patio, un hombre varonil que estaba encantado con su niña”.

La búsqueda del padre

En su artículo, Katrina explica distintos sucesos que le hicieron añorar la figura de un padre que la cuidase y protegiera. Muchas veces sentía celos de sus amigos que tenían una familia con padre y madre y hermanos. Incluso cuando los padres de sus amigos se divorciaban, ella sentía celos por el cariño y la comprensión que recibían por parte de todos. “A mi nadie me ofreció ese tipo de apoyo y comprensión”.
Finalmente su madre se casó. Un día, su padrastro regañó a Katrina y la madre perdió los nervios. Le empezó a gritar que él no tenía autoridad sobre ella porque no era su padre, porque ella no tenía padre. “En ese momento fue cuando la sensación de vacío cayó sobre mí. Me di cuenta de que, en cierto sentido, era rara. Verdaderamente nunca tendría un padre. Por fin entendí lo que significaba ser concebida por un donante; y lo odié”.

Al cabo de un año vio un programa de televisión sobre una mujer que murió de un ataque al corazón a causa de una enfermedad genética. Sin embargo, la mujer ignoraba su predisposición porque había sido adoptada cuando era pequeña e ignoraba la historia médica de sus padres. Este hecho golpeó a Katrina y la animó a buscar a su padre.

Así que empezó a investigar en Fairfax Cryobank, el banco de esperma de Virginia donde su madre fue inseminada. Con la limitada información que tenía su madre sobre el donante (raza, algunas características físicas, peso, nivel de estudios) fue haciendo averiguaciones. Y tuvo mucha suerte. Solo al cabo de un mes de e-mails y búsquedas en Internet, encontró un donante que podía ser su padre y que aceptó hacerse una prueba de ADN. Los resultados confirmaron que era su padre biológico. “Mi vida cambió desde entonces”, comenta la propia Katrina.

Al poco tiempo de estar en contacto con él, “me di cuenta de que su entusiasmo por desarrollar nuestras relaciones parecía desvanecerse. Cuando le manifesté mis sospechas, me confirmó que estaba un poco cansado de toda aquella historia del donante de semen”. A pesar de todo, Katrina no quiere perderlo. “Todavía hay mucho que quiero saber. Quiero conocerle. Quiero conocer a su familia. Estoy segura de que no se da cuenta del papel tan grande que ha tenido en mi vida a pesar de su ausencia, o precisamente por su ausencia. Si no puedo estar demasiado apegada a él como padre, siempre podré estar apegada al sentimiento de que tengo un padre”.

Katrina piensa también en los sentimientos de otros concebidos por donación de gametos. “Cuando leo lo que dicen algunas mujeres sobre su opción de maternidad, me siento degradada a poco más que una ampolla de semen congelado. Me parece que la mayoría de estas madres y de los donantes apenas piensan en los sentimientos de los hijos que nacerán de sus acciones. No es que sean insensibles, pero no tienen en cuenta lo que pueden pensar sus hijos cuando sean mayores”.

Los nacidos por donación de esperma, concluye Katrina, “llegaremos a ser adultos y a formar nuestra opinión acerca de la decisión de traernos al mundo de un modo que nos priva del derecho básico a saber de dónde venimos, cuál es nuestra historia y quiénes son nuestros dos padres”.

Fuente: ACEPRENSA. Octubre 15, 2008.

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martes, 13 de marzo de 2012

Reflexión





Nos quedamos sorprendidos, cuando se da cuenta en periódicos o radio, que el sicario no superaba los 18 años. Cuando los cuerpos de los 3 o 4 ejecutados, correspondían a adolescentes de hasta 14 años de edad.


Frente a lo anterior, el siquiatra dominicano César Mella, hizo publicar el siguiente trabajo, que
creo que a todos los que somos padres, o seremos abuelos algún día, nos debe interesar; el texto que me llegó suscrito por el doctor Mella, es el siguiente:

Yo me preguntaría y plantearía la siguiente pregunta: ¿cómo eduqué o estoy educando a mis hijos? ¿Qué valores inculco o inculqué a mis hijos?

A los jóvenes de este siglo hay que llamarlos varias veces en la mañana para llevarlos a la escuela y, digo llevarlos porque no tienen que tomar el camión o caminar larguísimas distancias para llegar a ella.

Se levantan generalmente irritados porque se acuestan muy tarde, viendo televisión por cable, jugando playstation, hablando o enviando mensajes por teléfono o chateando por la Internet.

No se ocupan de que su ropa esté limpia y mucho menos en poner un dedo en nada que tenga que ver con arreglar algo en el hogar.

Tienen los juegos y equipos digitales más modernos del mercado, Ipod, blackberry y computadora no pueden faltar, como tampoco el pago por su actualización. Hoy los hijos, muchas veces sin merecerlo, presumen el celular más novedoso. El nextel más costoso. La Lap más equipada. Nada les costó. Si se descomponen, para eso estamos, no faltaba más, hay que pagar la reparación, a la brevedad y sin chistar.

Idolatran amigos y a falsos personajes de realitys de mtv. ¡Ah! pero viven encontrándole defectos a los padres, a quienes acusan a diario de que sus ideas y métodos están pasados de moda.

Se cierran automáticamente a quien les hable de moral, honor y buenas costumbres, y mucho menos de religión. Lo consideran aburrido. Ya saben todo y, lo que no ¡Lo consultan en internet!

Nos asombramos, porque los sicarios cobran cuotas sin trabajar por ellas, cuando a nuestros hijos los acostumbramos a darles todo incluso su cuota semanal o mensual sin que verdaderamente trabajen por ella, y todavía se quejan a porque eso no me alcanza.

Si son estudiantes, siempre inventan trabajos de equipo o paseos de campo, que lo menos que uno sospecha, es que regresarán con un embarazo, habiendo probado éxtasis, coca, marihuana o cuando mínimo alcoholizados.

Y cuando les exiges lo más mínimo en el hogar o en la escuela, lejos de ser agradecidos te contestan, con desfachatez: yo no pedí nacer, es tu obligación mantenerme o quien les manda andar de calientes.

Definitivamente estamos jodidos, pues la tasa de que hagan su vida independiente se aleja cada vez más, pues aún graduados y con trabajo, hay que seguirlos manteniendo, pagándoles deudas, servicios y hasta los partos de sus hijos.

Con lo anterior, me refiero a un estudio que indica que este problema es mayor en chicos de la sociedad de clase media o media alta (o de capas medias urbanas) que bien pudieran estar entre los 14 y los 28 años, si es correcto 28 años o más ¿lo pueden creer? y que para aquellos padres que tienen de dos a cuatro hijos constituyen un verdadero dolor de cabeza.

¿Entonces en qué estamos fallando?

Yo sé, dirán que los tiempos y las oportunidades son diferentes, pues para los nacidos en los años cuarenta y cincuenta, el orgullo reiterado era levantarse de madrugada a apoyar a los padres o a cuidar al abuelo; que tenían que ayudar a limpiar la casa; no se frustraban por no tener vehículo, andaban a pie a donde fuera, siempre lustraban sus zapatos, los estudiantes no se avergonzaban de no tener trabajos gerenciales o ejecutivos, aceptaban trabajos como limpiabotas y repartidores de diarios.

Lo que le pasó a nuestras generaciones, es que elaboramos una famosa frase que no dio resultado y mandó todo al diablo:
¡Yo no quiero que mis hijos pasen, los trabajos y carencias que yo pasé!


¡¡¡ERROR!!!

Nuestros hijos no conocen la verdadera escasez, el hambre. Se criaron en la cultura del desperdicio: agua, comida, luz, ropa, dinero.

Muchos de los nuestros hijos, a los 10 años ya habían ido a Disneyworld mínimo dos veces, cuando nosotros a los 20 si bien nos iba conocíamos la Ciudad de México, con su hoy vetusto y atiborrado Metro.

El dame y el cómprame, siempre fue generosamente complacido convirtiendo a nuestros hijos en habitantes de una pensión, con sirviente (a) y todo incluido, que después intentamos que funcionara como hogar.

Es alarmante el índice de divorcios que se está generando, van a la conquista de su pareja y vuelven al hogar, sólo unos meses más tarde, divorciados porque la cosa no funcionó; ninguno de los dos quiere servir al otro en su nueva vida. Como nunca batallaron en la pensión con sirviente incluido, en la que se les convirtió el hogar paterno, a las primeras carencias en el propio, avientan el paquete y regresan a la casa para que la mamá y el papá continúen resolviéndoles la vida.

Este mensaje es para los que tienen hijos y que pueden todavía moldearlos, edúquenlos con principios y responsabilidades. háganles el hábito del ser agradecidos.

Háganles el hábito de saber ganarse el dinero con honestidad, la comida, la ropa, el costo de la estancia en la casa en la cual no aportan para el pago de servicios. Háganles saber lo que cuesta cada plato de comida, cada recibo de luz, agua, renta. Háganles sentir en su casa, cómo se comportarían ustedes en casa ajena cuando van de visita. Háganlos partícipes de los problemas familiares, que se interesen en los asuntos, gustos, aficiones, estados de ánimo y preocupaciones de mamá o papá; que no piensen sólo en los suyos.

Por esa cuota semanal o mensual, edúquenlos en la cultura de la correspondencia y el agradecimiento. Que los sábados o domingos laven el carro, ayuden a limpiar la casa, NO SU CUARTO, esa debe ser obligación de siempre sin pago de por medio. Háganles la costumbre de limpiar sus zapatos, de que paguen simbólicamente, por todo lo que gratuitamente reciben, implántenles la ideología de ameritar una especie de beca escolar que ustedes pagan, y por la que ellos no pagan ni un centavo, eso puede generar una relación en sus mentes trabajo=bienestar.Les va a servir posteriormente (y ellos lo saben).

Que entiendan que asistir a la escuela, es un compromiso con la vida, que no es ningún mérito asistir a ella. De la responsabilidad con que cumplan ese compromiso, dependerá su calidad de vida futura.

Todos los niños deben desde temprano aprender a lavar, planchar y cocinar, ayudar para que entiendan la economía doméstica en tiempos que podrían ser más difíciles.

Cuida lo que ven y ves con ellos en la televisión, y evita caer en el vicio social llamado telenovelas, los videojuegos violentos, la moda excesiva y toda la electrónica de la comunicación, que han creado un marco de referencia muy diferente al que nos tocó. Cuando ocupes corregirlos, aconséjalos, platica con ellos, no los ofendas, no los reprendas en público. Si lo haces, nunca lo olvidarán. Nunca te lo perdonarán.

Estamos comprometidos a revisar los resultados, si fuimos muy permisivos, o sencillamente hemos trabajado tanto, que el cuidado de nuestros hijos queda en manos de los cuates o de los maestros de la escuela y en un medio ambiente cada vez más deformante.

Ojalá que este mensaje llegue a los que tienen la oportunidad de cambiar o hacer algo al respecto. Ya los abuelos pagaron. Nosotros estamos pagando con sangre la transición.

Que cada quien tome lo que le corresponda. Que haga lo que pueda y quiera. Recuerda que para que triunfe el mal, solo se necesita que la gente buena lo permita...


 Tomado de:  http://on.fb.me/yoUvc9

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viernes, 9 de marzo de 2012

Poema al Padre

MI PADRE

Yo tengo en el hogar un soberano
único a quien venera el alma mía;
es su corona de cabello cano,
la honra es su ley y la virtud su guía.

En lentas horas de miseria y duelo,
lleno de firme y varonil constancia,
guarda la fe con que me habló del cielo
en las horas primeras de mi infancia.

La amarga proscripción y la tristeza
en su alma abrieron incurable herida;
es un anciano, y lleva en su cabeza
el polvo del camino de la vida.

Ve del mundo las fieras tempestades,
de la suerte las horas desgraciadas,
y pasa, como Cristo el Tiberíades,
de pie sobre las horas encrespadas.

Seca su llanto, calla sus dolores,
y sólo en el deber sus ojos fijos,
recoge espinas y derrama flores
sobre la senda que trazó a sus hijos.

Me ha dicho: «A quien es bueno, la amargura
jamás en llanto sus mejillas moja:
en el mundo la flor de la ventura
al más ligero soplo se deshoja.

Haz el bien sin temer el sacrificio,
el hombre ha de luchar sereno y fuerte,
y halla quien odia la maldad y el vicio
un tálamo de rosas en la muerte.

Si eres pobre, confórmate y sé bueno;
si eres rico, protege al desgraciado,
y lo mismo en tu hogar que en el ajeno
guarda tu honor para vivir honrado.

Ama la libertad, libre es el hombre
y su juez más severo es la conciencia;
tanto como tu honor guarda tu nombre,
pues mi nombre y mi honor forman tu herencia.»

Este código augusto, en mi alma pudo,
desde que lo escuché quedar grabado;
en todas las tormentas fue mi escudo,
de todas las borrascas me ha salvado.

Mi padre tiene en su mirar sereno
reflejo fiel de su conciencia honrada;
¡Cuánto consejo cariñoso y bueno
sorprendo en el fulgor de su mirada!

La nobleza del alma es su nobleza,
la gloria del deber forma su gloria;
es pobre, pero encierra su pobreza
la página más grande de su historia.

Siendo el culto de mi alma su cariño,
la suerte quiso que al honrar su nombre,
fuera el amor que me inspiró de niño
la más sagrada inspiración del hombre.

Quisiera el cielo que el canto que me inspira
siempre sus ojos con amor lo vean,
y de todos los versos de mi lira
estos dignos de su nombre sean.

Juan de Dios Peza.

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